No creo que Voltaire propusiera la indiferencia general ante lo que ocurre alrededor cuando dijo aquello de que lo importante en esta vida es cultivar nuestro huerto. Aunque Borges -de aristocrático desdén por la política- lo menciona en el poema «Los justos» entre los que salvan el mundo («Un hombre que cultiva su jardín, como quería Voltaire»), quiero pensar que el filósofo francés aludía a la relevancia del esfuerzo pequeño de cada cual. Haga cada uno lo que haga, si lo hace con generosidad, basta para el bien común.
Pero no hay que descartar que en el ánimo de Voltaire pesara la tradición de Cincinato, el romano que había abandonado el poder en dos ocasiones para retirarse a cultivar sus tierras. Y es que, hace dos mil años y ahora, cualquiera acaba hastiado de los egoístas que convierten la política en porqueriza de sus miserias.
Sea como sea, el jardín está bien, pero el riesgo de que lleguen los bárbaros -y también acaben arrasándolo- es temible.
«Cincinato abandona el arado para dictar leyes a Roma». Juan Antonio Ribera y Fernández (1806)