Ese índice de voluntariado (sea asistencial, político, social, sindical, religioso, formativo…) es, en buena medida, un índice de dignidad y humanidad personal. ¿Un 2 por ciento, un 5, un 20, un 0…?
También somos humanos trabajando y divirtiéndonos, está claro, pero frente a la diversión que solo a uno satisface -salvo ciertas modalidades en pareja- y al trabajo remunerado, es en las tareas que no se cobran, en el voluntariado, donde somos humanísimos, por aquello de que «no somos sin los otros».
He ejercido voluntariados culturales, políticos, familiares… unas veces más notables y otras, para mi desgracia, insignificantes. Ahora, cercano al júbilo, estoy en un creciente y peculiar voluntariado de la memoria. Ayudar a la gente a que no olvide y a que me ayude a mí a tener viva mi propia memoria. Sea por la historia.
[El dibujo es de mi amigo Miguel Ángel Muñoz]