Ayer cogí de entre mis libros una antología de poesía de Luis Felipe Vivanco, arquitecto y sobrino de Bergamín, y poeta de «Escorial», la revista que agrupó a los vates falangistas (Rosales, Panero, Alfaro…) a comienzos de los años cuarenta. Es uno de esos libritos de bolsillo de Alianza Editorial que tanto nos enseñaron a los jóvenes universitarios en la España de finales de los setenta. Este se había publicado en 1976 y lo compré el año siguiente por 100 pesetas, recién llegado a Cáceres en octubre con dieciséis añitos para empezar la carrera.
Tenía a Vivanco por poeta religioso y clásico, pero me ha sorprendido haber olvidado que también fue vanguardista. Y me han interesado, sobre todo, sus PROSAS PROPICIAS, ese extraño último libro, de acento creacionista y con heptasílabos escondidos en las reiteraciones y en los ritmos. Enorme.
Una de sus piezas, «Mutismo de Pablo», la dedica a la muerte de Pablo Neruda en 1973. Dos años antes, en diciembre de 1971, Luis Rosales y él se habían acercado a saludar al viejo amigo, y ya Premio Nobel, que hacía escala en Madrid en el viaje de Estocolmo a Santiago de Chile. Por ahí hay una foto del encuentro, tomada por Gonzalo Menéndez Pidal, con los tres en Barajas. Luis Felipe, irónico, escribió en su diario:
«¡Qué triunfo para la España de Franco! Le han dado el Nobel a Pablo Neruda. Mañana, Pablo Casals, a sus noventa y cinco años, estrena la música del himno de la ONU, y pasado mañana Pablo Picasso cumple noventa años.»
Bueno, y a lo que íbamos. El arranque del poema, con esos espacios exagerados que sustituyen a algunas comas. Sería recomendable entero, en sus doce estrofas, pero búsquese. Al comienzo del texto, Vivanco se sincera en una frase rotunda: «Siempre hacemos lo mismo: despreciamos la viva voz del hombre, pero honramos en su cadáver mudo su mutismo».
«Qué bien que ya no cantas qué bien que ya no hablas qué bien que ya no rabian en tu voz colectiva constelaciones y olas vegetaciones ríos minerales y hombres
Qué bien Pablo qué bien que ya estás mudo y quieto ya estás eternizado ya no incordias cadáver y al son de tu mutismo se decretan tres días deshonestos de luto nacional
Qué bien que ya no escribes tus cartas perseguidas a mineros salitreros poetas populares pescadores ya no alzas en tus manos los furiosos crepúsculos la esperanza civil juramentada los rostros del futuro
Qué bien que ya no asistes desterrado y colérico a tantos fusilados tantos encarcelados que añaden sus torturas de inspiración reciente a tu coral profético por la patria en tinieblas»