Cada vez me interesan más los falsos prestigios. La mala literatura prestigiosa, los supuestos escritores o estudiosos de prestigio, los historiadores fallidos… No tengo interés ni por lo que escriben ni por ellos (también alguna hay), pero sí por la pericia con que engañan: esa metodología del artificio, esa obstinación en la mentira, ese empeño en el disimulo. No valen nada, pero se lo trabajan. ¡Ah, y el escenario ayuda! Siempre habrá expectantes boquiabiertos que rodeen a los trileros.
¿Cuánto tiempo dedicamos a los otros de manera altruista?
Ese índice de voluntariado (sea asistencial, político, social, sindical, religioso, formativo…) es, en buena