Cada vez me interesan más los falsos prestigios. La mala literatura prestigiosa, los supuestos escritores o estudiosos de prestigio, los historiadores fallidos… No tengo interés ni por lo que escriben ni por ellos (también alguna hay), pero sí por la pericia con que engañan: esa metodología del artificio, esa obstinación en la mentira, ese empeño en el disimulo. No valen nada, pero se lo trabajan. ¡Ah, y el escenario ayuda! Siempre habrá expectantes boquiabiertos que rodeen a los trileros.

Zafra, 7 de agosto de 1936
Desde hace doce años, por estas fechas, publico un texto en que el que