
Siempre me ha resultado muy sugerente este óleo de Sorolla: «Voltaire contando uno de sus cuentos» (1905). Es una de las escasas pinturas decorativas que hizo el valenciano y pertenece al género de «casacón», temas dieciochescos en los que alguno de los personajes, en este caso el propio Voltaire, viste casaca.
Más allá de la perspectiva del cuadro, en el que varias personas aparecen casi suspendidas y en vilo, arriba de una escalera de mármol escuchando al filósofo -y que servía de trampantojo, ya que la pintura, hecha para el techo de la casa de un ricachón, se veía desde abajo-, me interesa el propio asunto: Voltaire contando un cuento desde los cielos, donde se atisba la figura de un hombre dormido.
Parece ser que el cuento que el filósofo relata es «El sueño de Platón» y el gigante que duerme en los cielos, el propio pensador griego. El experimentalista Voltaire hace chanzas del metafísico Platón y lo sitúa dormido en las alturas mientras él cuenta su sueño. Pero más allá de la alegoría de los filósofos, lo que me sorprende de esta pintura es que la razón se sitúe ahí arriba, donde hasta entonces hubo siempre angelotes y santos o, si acaso, dioses mitológicos. Y es que el ricachón de la casa para el que pintaba Sorolla era Calixto Rodríguez (1848-1917), un ingeniero de montes, fundador de la Unión Resinera Española, uno de los hombres más acaudalados de la España de entonces, cacique de su comarca de Molina de Aragón, pero republicano de Ruiz Zorrilla y poco dado al santoral.
Parece que, en cualquier caso, el poder necesita que le pinten los techos.










